martes, 3 de diciembre de 2013

Libertad de expresión

La libertad de expresión debe ser reconocida y defendida como uno de los grandes logros de la humanidad. La libertad de expresión, en todas sus formas y manifestaciones, es un derecho fundamental e inalienable, inherente a todas las personas. Es, además, un requisito indispensable para la existencia misma de una sociedad democrática.


Por lo tanto, esta libertad es un derecho fundamental reconocido en la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, así como en otros instrumentos internacionales y constituciones nacionales.

La Declaración Universal de Derechos Humanos establece en su artículo 19 que todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, investigar y recibir informaciones y opiniones, difundirlas sin limitación de fronteras por cualquier medio de expresión.

En el artículo 29 de la misma Declaración se reconoce que en el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley, con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática.

El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece en su artículo 19 que toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección. Pero el mismo artículo prevé que el ejercicio de este  derecho entraña deberes y responsabilidades especiales. Por consiguiente, puede estar sujeto a ciertas restricciones que deberán estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para: a) Asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los demás y b) La protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral públicas.

Así, el hecho de que la libertad de expresión sea un derecho, no significa, como apunta acertadamente el jurista Miguel Carbonell, que no pueda haber reglas para el ejercicio de dicha libertad. Sin embargo, esta reglamentación debe ser clara y muy específica, para que las reglas sean tales que la libertad siga teniendo sentido.

Como lo establece el Derecho Internacional y nuestra propia Constitución General, la libertad de expresión sólo puede estar reglamentada en ciertas circunstancias: para proteger los derechos y la reputación de otros o para proteger la seguridad nacional, el orden público, la salud o la moral públicas.

En consecuencia, en un Estado democrático, no todas las expresiones pueden tener el mismo valor ni gozar, en consecuencia, de la misma protección constitucional. Así por ejemplo: las falsedades, es decir, los rumores o insidias que pretenden disfrazarse a través de una narración neutral de hechos y que en realidad carecen de veracidad, así como el  insulto o los juicios de valor injuriosos, carecen de protección constitucional. En sentido contrario, los juicios de valor personales que no sean injuriosos, aunque contengan ironía, sátira o burla, así como la información, entendida ésta como la narración veraz de hechos, estarían protegidas constitucionalmente por la libertad de expresión, a menos que vulnere otros derechos fundamentales o bienes constitucionalmente protegidos.

Hay, sin embargo, personas y medios de comunicación que tergiversan este derecho a la libertad de expresión para agredir, violentar en sus derechos y en su honor a otras personas. No son auténticos ni buscan la verdad, lo que quieren es dañar para satisfacer propósitos miserables. Un poema de Fabio Morábito los describe:

De una lejana sangre

viene el mosco,

viene a robarnos

lo que cree que es suyo,

viene derecho al grano.



Como los que han vivido

demasiado,

él (ella) lo ha probado todo

hasta quedarse con lo único:

la sangre;

no espera nada de la vida,

porque para vivir

hay que olvidar la sangre,

quien no la olvida ya no vive,

tan sólo zumba

en busca de más sangre,

como la sangre zumba

por las venas que la estrechan

y no la dejan ver el corazón.

                *Ex presidente del PRD

                @jesusortegam

                http: //ortegajesus.blogspot.com/


                ortegamartinezjesus@hotmail.com

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