martes, 18 de diciembre de 2012

“Los predicadores del presidencialismo”



Como toda travesía, la que inicia el Pacto por México tendrá que sortear muchos obstáculos y enfrentar vientos en contra. Trataré de ubicar, entre varios, a los más complejos. El primero de estos obstáculos lo será el escepticismo que está presente entre la gran mayoría de la población. Los políticos cargan con una enorme dosis de desconfianza y el referido Pacto fue concebido, elaborado y signado, precisamente, por políticos. Sin embargo, este escepticismo que priva entre la gente podría superarse en la medida en que el Pacto se vaya materializando y convirtiendo en acciones concretas y en políticas públicas. Ya se ha avanzado en una parte de la reforma educativa y si los partidos y el gobierno continúan aplicando otras reformas se podría ir venciendo la desconfianza ciudadana.

Hay otro problema aún más difícil de superar y es el que representan los “predicadores del presidencialismo”. Muchos de estos predicadores son políticos priistas, aunque también los hay situados en la oposición panista y… ¡no se sorprenda! también están presentes en el seno de una izquierda que es profundamente creyente del presidencialismo. Otros de estos adoradores del Presidente en turno, son columnistas en periódicos, conductores de noticieros de la radio y televisión, dirigentes de cámaras empresariales, etcétera, etcétera. Para todos estos catequistas del Génesis sexenal, nada existía antes de Peña Nieto y lo que en adelante exista será obra exclusiva del actual Presidente.

Este culto al presidencialismo es el más peligroso obstáculo para el Pacto y el fenómeno político que puede hacer que naufrague. Así podría suceder debido a que dichos predicadores del presidencialismo excluyente atentan contra la esencia misma del Pacto, que es, precisamente, la inclusión, la confluencia —por necesidad— de las más diversas fuerzas políticas para poder enfrentar con eficacia y dar respuesta a la crisis estructural del Estado mexicano.

Los predicadores del presidencialismo no alcanzan a comprender que lo sustantivo de la problemática del país se encuentra localizado en un anacrónico régimen político siempre sustentado en gobiernos unipersonales y excluyentes, y que por ello mismo, la parte fundamental de la solución a los graves problemas se encuentra en superar, en la forma y el contenido, al viejo régimen presidencialista; es decir, en avanzar hacia un régimen político que democratice el poder, que lo haga incluyente a otras fuerzas políticas y principalmente al conjunto de la sociedad.

La democratización de las decisiones de gobierno es la razón principal de la existencia de un Pacto político entre fuerzas ideológicamente encontradas pero conscientes cada una de ellas, de que ninguna por sí sola podrá superar la crisis en que se encuentra el Estado Nacional y menos aún podría gobernar en razón de los intereses superiores del país y de la gente.

La esencia del Pacto por México obliga al gobierno y a los partidos a sujetar sus intereses particulares a los de la nación; el Pacto condiciona a que los partidos soslayen sus pequeñas ambiciones particulares; el pacto fuerza a que los dirigentes políticos y partidistas dejen atrás miserables egoísmos personales, mezquinos protagonismos individuales… En fin, el Pacto por México determina que por sobre estos intereses menores prevalezcan los de la nación y los de la población.

Por eso los predicadores del presidencialismo son harto dañinos pues intentan a toda costa preservar lo sustantivo del viejo régimen, esto es: el poder unipersonalizado, omnipotente, absoluto, excluyente.

Lord Acton dice que el poder corrompe y que el poder absoluto corrompe absolutamente. Esto es verdad y todos los políticos debiéramos tomarlo en cuenta, especialmente Peña Nieto como titular del Ejecutivo federal. Por ello mismo, todos, nos encontramos en el dilema de contribuir —al margen de intenciones— a la restauración del anacrónico presidencialismo, o en sentido contrario, a coadyuvar —los varios, los diversos— a encontrar las soluciones a la grave problemática del país.

Los predicadores del viejo presidencialismo están actuando y lo hacen intensa y febrilmente. En ello no les va la vida, pero sí sus intereses mezquinos y que son, desde luego, diametralmente opuestos a los de la nación y la ciudadanía.

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