martes, 23 de octubre de 2012

Sindicalismo corrupto: pilar del antiguo régimen



Urge sanear el movimiento sindical del país, a fin de que las organizaciones de los trabajadores sean instrumentos eficaces en la defensa de sus intereses.
Heberto Castillo

En las últimas décadas, las fuerzas progresistas logramos impulsar varias reformas para democratizar la vida pública, pero los pilares del régimen autoritario priista aún se mantienen intactos.

El viejo régimen tenía en el control de los trabajadores, vía los sindicatos corporativos, uno de sus pilares más sólidos. Otros dos lo eran el Ejército y el control de los medios de comunicación (no olvidemos que Emilio Azcárraga Milmo afirmaba que él era un “soldado del PRI”).

El duopolio televisivo en su relación con el Presidente ha experimentado un cambio: ya no es un simple soldado, pues ahora comparte el poder político y se ha convertido en factor clave de una posible restauración del antiguo sistema autoritario.

El Ejército no está jugando sistemáticamente el papel de represor de movimientos sociales o políticos que desafiaron, en ocasiones varias, al sistema autoritario. Sin embargo, las Fuerzas Armadas ahora están siendo utilizadas para enfrentar a un poder fáctico que de verdad tiene en jaque al Estado nacional. De encargado de la seguridad nacional lo han degradado a encargado principal del combate a los delincuentes. Ser policía no es malo, pero no es esa la función constitucional del Ejército.

Asimismo, subsisten los líderes sindicales que durante décadas cumplieron (y lo siguen haciendo) con el papel de controlar a los trabajadores. Desde que Fidel Velázquez se apoderó de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) hasta los actuales dirigentes de esa central, pasando por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM), el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), el Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana (STFRM), la Federación Nacional de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), etcétera. Los sindicatos han carecido de su sustancia fundamental, de su razón de existencia, es decir, de su libertad plena del gobierno, patrones y partidos políticos, para defender los derechos y los intereses de los trabajadores.

Los líderes del sindicalismo mexicano, para controlar a los trabajadores, se han subordinado al Estado, al gobierno, al capital, a los patrones y/o a sus individuales intereses económicos o partidarios. Y no es que los sindicatos no deban de hacer política, lo que no pueden es adocenarse a los intereses políticos y partidarios de quienes aparecen como los dirigentes. Carlos Romero Deschamps controla a los petroleros para ponerlos al servicio del PRI y Elba Esther Gordillo controla a los maestros para ponerlos al servicio de un partido que es de su propiedad.

La coyuntura que se presenta con el debate de la minuta sobre reforma laboral aprobada por la Cámara de Diputados y turnada al Senado de la República, es una oportunidad inigualable para minar a ese pilar del viejo sistema aún vigente, a través de un acuerdo parlamentario, para construir una mayoría en la Cámara de Senadores entre PAN, PRD, PT y MC.

Quien se resista a lograr esta mayoría, la cual puede asestar un duro golpe al corporativismo y sentar las bases para la democracia y la transparencia en los sindicatos, objetivamente ayudará a que se mantenga ese control sobre los trabajadores y fortalecerá enormemente al PRI, impulsando con ello una posible restauración.

Con una actitud responsable y en concordancia con sus principios, el PRD debe contribuir a lograr esa mayoría para lograr una reforma laboral que de verdad ayude al crecimiento de la economía, sin que se afecten los derechos de los trabajadores, que genere empleos dignos y garantice la democracia y la rendición de cuentas en el mundo sindical.

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