La mejor estrategia debe hacer posible la inclusión de los amplios sectores sociales y, especialmente, de las clases medias que, como en cualquier elección, en la del próximo julio serán definitorias del resultado.
Los diarios y los noticieros dan cuenta del acto en donde se registró Peña Nieto como aspirante a candidato del PRI a la Presidencia de la República. Ciertamente, en el discurso del ex gobernador mexiquense no hay nada que indique de la existencia de un “nuevo PRI” y más bien se reafirman los anacrónicos planteamientos que los electores ya despreciaron en los comicios de 2000.
Las formas (acarreo y cargada) son las mismas y los contenidos bien podrían ser signados por Ruiz Cortines o Salinas de Gortari.
Es así que podríamos afirmar que, desde el punto de vista programático, las izquierdas, principalmente, tendrían al inicio de la contienda una clara ventaja.
Sin embargo, se cometería un grave error si, adoptando una actitud de soberbia, se menosprecia la capacidad política del priismo, de Peña Nieto y de las fuerzas que lo sostienen.
Es obligado decir esto, en razón de que es común que desde las izquierdas se cometa el desatino de menospreciar a los contrincantes, arguyendo superioridad intelectual, pero especialmente, argumentando la existencia de una superioridad moral, misma que haría inevitable el triunfo de las fuerzas progresistas sobre aquellas que son conservadoras o, como es la circunstancia actual, de las que son restauradoras del viejo régimen.
Ya se ha cometido este error antes y se han experimentado resultados funestos, y el mayor de éstos, el que se vivió en la Alemania previa a la Segunda Guerra Mundial. En esos años, algunos líderes comunistas, convencidos de su superioridad intelectual y moral, presentaban al fascismo como “incapaz para manipular ideológica y políticamente a las masas”.
Los dirigentes de la izquierda alemana de ese tiempo “confiaban más en sus convicciones ideológicas que en la realidad; minimizaban el impacto de la propaganda {...} y se dedicaban a glorificar el potencial revolucionario del pueblo” (Bárbara Cohen. La resistencia alemana contra Hitler).
Hay muchos otros ejemplos y algunos más actuales, pero cualquier comportamiento de minimizar al contrincante y de negar su capacidad de engaño y manipulación se puede convertir en un tremendo error.
En López Obrador, hay, desde luego, superioridad intelectual y jerarquía ética sobre Peña Nieto, pero las izquierdas, además de ello, necesitan una mejor estrategia política que les permita alcanzar una mayor fuerza social y consecuentemente una mayoría electoral.
Esa mejor estrategia debe hacer posible la inclusión —en el programa de las izquierdas—de los amplios sectores sociales y, especialmente, de las clases medias que, como en cualquier elección, en la del próximo julio serán definitorias del resultado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario